Uruguay Noma!

Pablo Hernandez
4 min readJun 16, 2023

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Es martes de noche y el frío por fin llegó a Montevideo, el termómetro da 7 grados con sensación térmica de 5, y aunque para la gente de otras latitudes pareciera una locura, los niños nacidos en 2017 se disponen a jugar un partido por el torneo de la Costa contra Lagomar en la cancha del Club Lagomar, un poblado al este de Montevideo que pertenece al departamento de Canelones. Los padres alientan desde afuera a sus hijos, les piden que por favor se saquen el buzo, la campera y la bufanda, que al fútbol se juega con la camiseta del club, que cuando empiecen a correr se les va a ir el frío. Detrás de la portería donde ataja el portero visitante, hay un grupito de madres poniendo nervioso al niño con los gritos y los comentarios que hacen desde atrás del tejido, pero el porterito de 6 años se ataja todo y mantiene el cero en su portería en el primer tiempo. Empieza la segunda mitad y los locales hacen un gol tempranero; el eco de ese grito de gol resuena en la cancha y se escucha clarito desde el otro lado. A los pocos minutos, el visitante lo empató y lo mismo, 12 voces al unísono son suficientes para darle a ese partido un aura de miniestadio. El niño que hizo el primer gol en el equipo visitante hace un segundo gol, cruza la cancha corriendo y esquivando a los de su equipo que lo intentan abrazar hasta llegar al otro lado, en donde los espera con una sonrisa hermosa en la cara. El visitante lo gana 2–1 y como el partido es intenso y está reñido, uno de los defensas visitantes revienta la pelota y casi traspasa la reja que delimita el campo, acción a la que el entrenador reacciona con un ¡Uruguay noma!

No importa la cancha, las edades de los jugadores, el día de la semana, el clima que hay en la ciudad, si te detienes a ver un partido de fútbol en Uruguay vas a notar dos cosas, un fuerte sentido de identidad con los colores que defienden y segundo, los dos equipos, desde adentro como desde afuera, hacen hasta lo imposible por ganar.

Uruguay es un país en el que sus 3 millones y medio de habitantes pasan todo el año enfrentándose entre ellos en partidos de fútbol de la liga Palermo, la Liga Interbalnearia, La liga Universitaria, La liga preuniversitaria, La liga de Montevideo, La liga de ciudad de la Costa, La liga Metropolitana, las ligas del interior del país, las ligas de divisiones formativas, las ligas de categorías pre senior, senior, +40, +50, en el papi fútbol, en el mami fútbol, en el baby fútbol, en la divisional D, en la primera división amateur, en la segunda división, en primera división, en los campeonatos de fútbol sala, en el fútbol playa, en la liga intercolegial, en el campeonato nacional de selecciones departamentales, y en muchas otras más. Todos los partidos de todas esas ligas se rigen bajo la misma tesitura, sus jugadoras y jugadores saltan a la cancha con la misma premisa en la mente ¡Ganar!

Lo mismo pasa con los no juegan pero son aficionados. Sirvan estos mínimos pero representativos ejemplos para que usted, amable lectora, se de una idea. Cuando juega Uruguay hay señoras que, como se habían olvidado de que jugaba su selección y ya habían comprado entradas para el teatro, se llevan la radio al teatro para escuchar el partido en el trayecto del colectivo y en la previa a que comience la obra. Hay madres que solo dejan mirar el compacto de goles de la fecha a sus hijos con la única condición de omitir los goles de Peñarol, porque en esa casa son muy del Bolso; hay señoras que alguna vez fueron niñas y que aprendieron a andar en bicicleta en el prado, en la cancha de River, y que por eso son hinchas del darsenero. Dicen que los niños en este país nacen con una pelota de fútbol bajo el brazo, por eso no es para nada extraño que, el domingo pasado a las 18 hs hora de Montevideo, la calle estuviera vacía, los bares repletos y todas las televisiones y radios (salvo la de algún despistado) sintonizadas en un mismo canal, ese en el que Randal Rodríguez, Rodrigo Chagas, Sebastián Boselli, Alan Maturro, Facundo González, Fabricio Díaz, Sergio Damián García, Luciano Rodríguez, Franco González, Juan Cruz de los Santos y Anderson Duarte, se jugaban la chance de salir campeones del mundo.

Del trámite del juego se puede decir que la selección que vestía de celeste lo intentó ganar desde el primer minuto, Uruguay fue muy superior de principio a fin, tal vez motivados porque eran locales (decenas de barcos con uruguayos a bordo cruzaron el Río de la Plata para mirar la final), tal vez motivados porque sabían que el estado de la cancha les beneficiaría a ellos, tal vez motivados porque sabían que esta era una gran chance para darle a su pueblo una alegría, tal vez porque Marcelo Broli, el Ruso Pérez y el resto del cuerpo técnico lograron darles herramientas a sus jugadores para que eso que cualquier uruguayo quiere cuando salta a una chancha pudiera ser más palpable, Al final los chiquilines de la sub 20 son los merecidos campeones del mundial juvenil ¿Acaso porque supieron entender que el problema no es la garra, el problema es reducir todo a la garra, y que los charrúas, además de ser muy aguerridos, saben también jugar muy bien a la pelota?

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Pablo Hernandez

Director técnico. Músico aficionado. La comunicación lo es todo.